Una muestra entre lo cultural y lo natural, fundiéndose a través de la mirada, pasando así de una puesta de sol en el castillo de San Sebastián a las dunas de arena blanca de la playa de Camposoto. La diferencia entre lo primario y lo secundario no existe en este proyecto. Por eso es también una exposición que invita a completarla en términos imaginarios, en la que podían entrar imágenes aquí no representadas.
Al final lo asombroso no es el lugar, sino la mirada, ese punto de vista diferente. Es una invitación a reencontrarnos con lo nuestro, a redescubrir lo cotidiano, a volver a enamorarnos de ello a través de la fotografía.
